sábado, 5 de abril de 2014

Segundos de incertidumbre: ¿quién carajo hizo el gol?

Es imposible, en Argentina, ser hincha de un equipo grande y mirar los partidos en HD. Vemos por la tele (o "el tele", como dicen en el interior) que la pelota está siendo disputada en mitad de cancha, maltratada, intercambiada, etc., en una de tantas jugadas intrascendentes cuando, de pronto, unos cuantos vecinos gritan "gol". En los siguientes quince segundos vemos en la pantalla que los hechos se precipitan de tal manera (inverosímil por lo general) que esa jugada intrascendente termina, como bien dijeron los vecinos, en gol.
Merced al hecho de tener certeza absoluta sobre lo que habrá de ocurrir en los instantes siguientes, uno comprende al fin aquella frase de que el fútbol (corrijo: la vida misma) es "la dinámica de lo impensado". Si esa jugada inofensiva, súbitamente deviene en gol, quién sabe con qué peligros ocultos nos codeamos cada vez que, por ejemplo, nos lavamos los dientes.
Ocurrió que, hinchado las pelotas del delay en la transmisión, sintiéndome el último idiota del barrio en enterarse de las novedades, decidí escuchar los últimos minutos del superclásico por la radio.
El obstáculo presentado por la carencia de tal artefacto en mi domicilio fue rápidamente subsanado gracias al teléfono celular y su capacidad de captar emisoras FM (caramba, ¡qué coincidencia con lo que habría de ocurrir unos minutos más tarde!). Un segundo obstáculo fue sintonizar una frecuencia que transmitiera el partido. Calma: en el extremo inferior del dial dí con una repetidora de una radio cordobesa. No habiendo mejores opciones, me entregué al relato de los cronistas mediterráneos, uno de los cuales (específicamente, el relator) resultó ser "El Turco" Wehbe (el "Maestro de Río Cuarto"), otrora relator suplente de Victor Hugo Morales en Radio Continental (nota para los menores de 15 años: Victor Hugo Morales, como Marcelo Tinelli, antes era relator de fútbol. También lo era Mauro Viale, en épocas en que los goles se relataban así: "Le pegó goooollllll. Gooooooollll de Argentinos Juniors, Maradona". Creo recordar que en las transmisiones televisivas, antaño, solía haber un sólo periodista por partido, cantidad mucho más atinada que los excesivos cuatro que suele haber actualmente. En rigor, la presencia de todo individuo que nos cuente lo que estamos viendo es completamente superflua y somos no pocos quienes desearíamos ver los partidos por televisión sólo con el sonido ambiente de fondo. En cambio, el relator radial sí cumple con un cometido necesario, siendo que transmitir un partido por la radio y no contar lo que pasa sería inútil. Además, los relatores de radio suelen practicar su oficio con mucha más gracia, decoro y buen gusto que sus pares de la caja boba. Fin del paréntesis.)
Bien, encontrábame yo escuchando la radio, sentado en la mesa, lejos de la televisión a la que había dejado sin volumen cuando, tras la ejecución de un corner, Wehbe anunció que River había metido un gol. Inmediatamente tiré el teléfono a la mierda (se reinició) y me acerqué a la ventana (siempre hay un vecino desagradable a quien dedicarle la conquista) al grito de golvamostodavíalaputamadrecarajo. Luego, aún celebrando, corrí hacia el televisor, donde aún Lanzini estaba acomodando la pelota para patear el corner. Pensé, entonces: ¿quién carajo habría hecho el gol?. En los instantes siguientes ocurrió lo previsible: Lanzini mandó el centro, Orión salió mal y alguien cabeceó la pelota con destino al arco desguarnecido. ¿Quién? Como mencioné, la TV estaba sin volumen, por lo que la fuente de información más evidente se me presentaba censurada. Era claro: si quería conocer la identidad del goleador en el inmediato plazo debía agudizar la vista y el ingenio.
Es increíble la velocidad del pensamiento: cuántas cosas puede pensar una persona en unos pocos segundos. Ejemplo claro es la última película de Sherlock Holmes, en la cual hay una escena en la que el protagonista proyecta, en escasos dos o tres segundos, como hará para cagar a trompadas a una banda de villanos que intentan darle captura. Otros dicen que, enfrentados a situaciones próximas a la muerte, los seres humanos ven pasar toda su vida rápidamente (aquí mas información). Concretamente, en aquellos segundos creo haber seguido la siguiente secuencia:
¿Cavenaghi? No, no podría jamás dar ese salto. ¿Maidana? No, sea quien fuere el goleador, no es calvo. ¿Mercado? No, demasiada distancia entre los hombros y las orejas. ¿Pezzella? No, ni siquiera fue al banco.
Me rendí. Había analizado todas las alternativas que se imaginé probables. No había, en mi construcción mental del equipo, ningún futbolista que se ajustara a las características físicas del autor del gol.
Un plano corto. Inmediatamente, una cara familiar. Pero no una cara familiar que provoca una sensación de simpatía, sino una cara familiar que remite al horror. Era la cara de FUNES MORI (nótese que lo escribo en mayúsculas, con el mismo pavor con que Poe escribió GALLOWS en "El Gato Negro").
¿Sería un sueño? ¿Sería un error de la Matrix? ¿Iba a despertar al instante siguiente?
Un recuerdo: el mogólico tenía un hermano mellizo. Otro: dicho hermano mellizo estaba jugando el partido. Todo tuvo sentido.
El héroe impensado, del que nadie se imaginó jamás que podría lograr semejante gesta. El que limpió el mancillado nombre de su familia, justamente en el escenario donde ésta supo sufrir sus peores escarnios. Final cinematográfico: en un paisaje desolado del sur de la Italia de entreguerras, enfrentamiento final entre dos familias peleadas a muerte. Un personaje totalmente secundario, cuyo hermano débil mental es abatido en la primera parte del film, se acerca caminando lentamente hacia una silla en el porche de una casa donde está sentado el capo de la familia rival, un genovés anciano, obeso, roñoso y rodeado de matones armados hasta los dientes. Tan inofensiva es la apariencia del muchachito que nadie detiene su marcha. Su andar inseguro es motivo de risa entre las filas enemigas. Cuando está frente a frente con el anciano y todos aguardan que diga o haga alguna estupidez, alcanza a decir, en voz casi imperceptible, "te manda saludos Rogelio", antes de clavarle un puñal en el abdomen.

YAPA 1: La vieja propaganda de Eveready, una una pila de vida. Incluye a un mono usando auriculares (0:18) y a un notable personaje histórico, presuntamente Napoleón Bonaparte si hubiera llegado a viejo (0:25)



YAPA 2: La canción de Mirtha Legrand: se llama "Emperatriz" y fue compuesta por Luis María Serra especialmente para la Chiqui