lunes, 1 de abril de 2013

La Copa Argentina y el sueño socialista

Hace tiempo finalizó el encuentro entre Boca Juniors y el Club Atlético Excursionistas, y como no tuve tanto tiempo para escribir, postergué unos días la publicación de este post (en rigor, aún no sé si lo voy a terminar hoy mismo, así que tal vez se demore unos días más entre la oración que se me acaba de ocurrir y la efectiva publicación).

La cuestión que nos atañe aquí mismo es el análisis de una situación análoga a la boludez del cuentito la escritura bíblica de David y Goliat. Como sabemos, existe una especie de morbo, revanchismo, resentimiento social o vaya uno a saber qué cosa sociológica, por la cual ante el enfrentamiento de un equipo débil y uno ostensiblemente más poderoso, gran parte de la sociedad hace fuerza por el equipo con menores recursos.
Tal es así que a lo largo de la historia, diversos relatos se han tejido para sosegarnos a la ilusa esperanza de que todos tendremos posibilidades de suceso, en la medida en que nos acompañe un esfuerzo sideral y una inmensa voluntad de sacrificio.
A dicha causa contribuyen entre otras, la ya mencionada David y Goliat, la parábola de la tortuga y la liebre, el manifiesto comunista, y las películas de hollywood que relatan un ridículo sueño americano, tal el caso de Rocky (se aceptan aportes cinéfilos). A esta larga lista, que también incluye fábulas de reality show como que Funes Mori pueda jugar en primera (momento, eso sucedió), viene a sumarse la Copa Argentina. Claro que este episodio reviste el carácter no de liberal ni comunista, sino de nacional y popular, y fogoneado por los alcahuetes de turno, viene a intentar vendernos que un club pedorro como Excursionistas le puede ganar a un club poderoso como Boca Juniors.
En fin, por más que algunos soñadores y románticos (entre los cuales nos incluimos) puedan creer que su archirrival pueda ser derrotado por un equipo de una categoría notoriamente inferior, y así desatar una crisis institucional que pudiera desencadenar en el incendio del estadio, con su dirigencia, cuerpo técnico y jugadores encadenados a los postes de los arcos, es una situación a la cual el periodismo (de ser digno y no amarillista) no debería sumarse.
Cabe entonces preguntarse si el estúpido señor De Paoli, relator de Fútbol Para Todos, debiera sumarse a la hoguera de gente a ser eliminada al tren de la falsa ilusión, haciéndonos creer que hay peligro de gol cada vez que el club pedorro cruza la mitad de la cancha, o cabe preguntarse si los árbitros tienen la facultad de no expulsar o amonestar a un defensor del club pedorro cuando le propina un tremendo patadón, un furibundo codazo o un contundente golpe de puño al delantero que viste la camiseta del club premium.
Pero lo peor de ello es cuando estos dos actores (referí y periodista) confabulan. Esto sucede cuando el relator se pasa la mitad del primer tiempo contándonos que el recio zaguero del equipo pedorro es basurero/carpitero/sodero/mozo o alguna otra profesión singular, y tras darle un planchazo de asesino serial al rival (y ahí dudamos si efectivamente es carpintero o asesino a sueldo), el juez no lo amonesta ni lo expulsa (porque como a cualquiera de nosotros, el pobre muchacho le da cierta lástima), y el pelotudo de De Paoli relator profiere estupideces del calibre de "eso en la C no es ni foul, sucede en cada jugada" y entonces el periodista convalida como certera una apreciación que fuera un claro error del juez.
Ahí es cuando uno se cuestiona si efectivamente el relator tiene razón y en la C juegan Gengis Khan, los Mohicanos, o los cowboys del Far West, los cuales tienen a su merced un revólver y una lanza en cada mano para disputar cada una de las jugadas divididas, o si el tipo está diciendo boludeces. Por supuesto, rápidamente concluimos que esto último es acertado, que eso es foul y amonestación o expulsión en todos lados, que el árbitro se equivocó y le tuvo piedad a un pobre tipo (al que por supuesto no debería tenerle), y que el relator es un pelotudo de primera categoría.
Finalmente, después de escuchar tantas pelotudeces, las cuales empiezan a darnos cierto aire de voluntad de justicia, terminamos deseando que el club grande (salvo que sea nuestro archirrival, claro) termine rompiéndole el ojete a los troncos denfrente.
Ah, y acto seguido, algunos escribimos un post, bueno... en realidad si no tenemos tiempo, esperamos un tiempo considerable para escribirlo.

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