miércoles, 11 de julio de 2012

Gloria y loor, honra sin par

Para un grande entre los grandes, el gran Juan Román Riquelme. O tal vez simplemente Román, porque los grandes jugadores, aquellos que trascienden la timorata definición del deporte más hermoso del mundo como un juego en donde hay que patear la pelota, también alteran los nombres propios.
Y eso es Román, un hombre (el vocablo jugador tampoco se ajusta a la verdadera dimensión de este fenómeno) que ha quebrado los moldes. Repasemos.
El joven Román debuta en el club de sus amores negando una oferta del archirrival de toda la vida. Así es, un joven prácticamente amateur rechazando un contrato profesional sólo porque él y su familia nacieron,  son y morirán hinchas de Boca (para la anécdota queda que la oferta de River era financieramente más seductora que la que luego le hizo Boca). Aquella tarde del 10-11-96, donde debutó con la azul y oro nos quedó grabada en las retinas. Pero también en nuestros oídos, porque promediando el segundo tiempo, el pichón de crack generó una música (la más maravillosa). El canto provenía del desgarrador grito de la hinchada boquense, su melodía era previa, de algún autor anónimo; su lírica era novedosa, renovadora e iluminaba un futuro, decía así:



Riqueeeeeeelme
Riqueeeeeeelme

Este columnista ignora cuántos debutantes han sido ovacionados de esa forma, pero aquel episodio puso de manifiesto el nacimiento de un jugador diferente.
El 25-10-97, casi un año más tarde de aquel prometedor debut, reemplaza a Diego Maradona en el entretiempo de un Boca-River, anunciando quien sería el futbolista más trascendente del fútbol argentino durante los siguientes años.
Los siguiente años de Román coinciden con la era más ganadora de la historia xeneize, ya con la 10 en su espalda y de la mano del Virrey Carlos Bianchi, se desencadenan una serie de victorias que hacen enloquecer al pueblo boquense. Los logros comienzan con la obtención de un torneo local de forma invicta. Luego llegaría el bicampeonato y el récord de los 40 partidos invictos. En el año 2000 jugaría su primera Copa Libertadores, brillando en cada uno de los partidos y llevando a Boca a lo más alto de Sudamérica. Se recuerdan los partidos ante el Palmeiras y ante River. Contra este último convirtió un golazo de tiro libre en el partido de ida y un gol de penal en el partido de vuelta. Esa misma noche pondría su sello e inmortalizaría uno de los caños más bellos del fútbol mundial. A partir de aquel día, la jugada se repetiría en los potreros y  se escucharía un 'le hizo la de Román a Yepes'.
Ese mismo año, el club de la ribera se cruzaría en la final del mundo con los galácticos del Real Madrid. Figo, Roberto Carlos, Raúl y otros tantos por un lado; Román y cía por el otro. JR luciría la 10 en su espalda y en su boletín. Destilando magia por toda la cancha, asistiendo a Palermo, y pisando el balón una y otra vez a lo largo de los noventa minutos. Sus víctimas serían los volantes y defensores del conjunto merengue. Es que aquella mañana de noviembre, los amantes del fútbol amanecimos esperando un resultado favorable, pero nos encontramos con mucho más. Nos encontramos con un fuera de serie, con un verdadero fenómeno. El mundo esperaba las pinceladas de Figo y cía, pero el joven Román de apenas 20 años, brindó un festival de fútbol poniendo el balón bajo la suela. Al mismo tiempo absorbería las presiones de una final del mundo, mostrándose siempre para pedir el balón y provocando que los morenos Makelele y Jeremi volvieran a Madrid más blancos que la camiseta que hubieran lucido durante el match.
En algún momento se había tildado a Román de pecho frío. Pues amigos, revisemos el concepto de pecho frío, pues el jugador con huevos que pide el tablón no es solamente aquel que corre, se embarra y se tira a los pies de los rivales; el corajudo es aquel que no se esconde, aquel que siempre pide el balón, el que se atreve a jugar entre tanto nerviosismo. Ese era Román, un jugador con muchos huevos.
Al año siguiente repetiría el primer puesto en Sudamérica y lloraría como un niño ante la injusta final perdida ante el Bayern de Munich. Nunca en mi vida vi que le pegaran tanto a un jugador como le pegaron a Román en aquella final. El árbitro no pitó muchas a su favor, no obstante él la seguía pidiendo, y seguía jugando. Una vez más, demostraría coraje, gallardez, valentía y orgullo de vestir la azul y oro en una final del mundo.


Europa reconoce su talento

Durante los años 2002 a 2007 Román desembarcó en España. Primero en el Barcelona, donde jugó con los jóvenes Iniesta y Xavi, quienes se ve que aprendieron (y mucho) del diez. Un técnico que no lo quiso (y así le fue) lo mandó al Villarreal. Se abriría un nuevo desafío para Román. Allí obtuvo la copa Intertoto en dos ocasiones, el tercer puesto en la liga, y ubicó al club entre los cuatro mejores de Europa. Román fue declarado por los hinchas y por la institución como el mejor jugador de la historia del Villarreal, convirtiéndose en ídolo absoluto del club. No era para menos, había desafiado el stato-quo, poniendo a un club de barrio entre los primeros planos de Europa.
Jugó el Mundial 2006 completando una gran actuación. El equipo se marchó en cuartos de final perdiendo por penales ante al dueño de casa y completaría la mejor actuación de una selección desde 1990 hasta la actualidad. La prensa argentina aprovechó el traspié del equipo (recordemos que Alemania empata luego que Román es reemplazado) para culparlo por la eliminación de la copa. Así, la cátedra actuaría del mismo modo que lo hizo con Verón en el 2002, Ortega en el 98 y Maradona en el 94, la prensa encontraba el chivo expiatorio una vez más.
Al respecto, algunos periodistas han mencionado en el último tiempo que Román no fue un jugador de primer nivel mundial. Esto es claramente un error (nos cuesta creer que sin intención). Una prueba de ello es con quién elige cambiar Zinedine Zidane su camiseta en su último partido como futbolista del Real Madrid, adivinaron: Juan Román Riquelme. Otra prueba de ello es la sorpresa de la prensa del resto del mundo (a diferencia de la argentina) cuando a Román lo reemplazan en el partido de cuartos de final frente a Alemania. Lógicamente, nadie lo podía creer. Pero sabemos cómo funciona la prensa argentina. Ya lo había anticipado un cansado José Pekerman en la antesala del mundial: "Si Riquelme se llamara Riquelminho, nadie dudaría de que es el número uno o dos del mundo".

(continuará)

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