“Y al
decirse que aquella escena era la misma de ayer y exactamente la de mañana,
sintió el frío de una realidad sin vuelo que se daba todos los días, inevitable
y monótona como el grito de un reloj”(*). Y es que eso nos pasa cada vez que
prendemos ese canal del ojete y vemos que el comentarista sos vos, sorete.
Pasan los
años, pasan los jugadores, pero aunque te hayas sacado el bigotito, seguís
siendo el mismo antifútbol, el mismo desestabilizador, el mismo sorete
revanchista. Lamentablemente aún no se ha cumplido ninguno de los cinco designios del EFQQ, y año tras año tenemos que seguir enfrentando la misma
rutina que comienza así.
Algún día
de Enero en la ciudad porteña, oscilando entre el exceso de aire acondicionado
y los 45 grados de calor que hay en los subterráneos que nos transportan de
nuestros hogares a nuestras jaulas de explotación, los equipos interrumpen sus
pretemporadas para ganar algo de dinero con la televisión, y se da comienzo los
partidos playeros. Los entrenadores alinean algunos jóvenes que no vamos a
volver a ver en primera, algunos muertos que volvieron de algún club pedorro y
que diez días después irán a parar a préstamo a un club más pedorro que el
anterior, algún ex jugador que volvió
a chorear unos últimos mangos, y que a pocos días del comienzo del torneo
comenzará un sendero sin retorno de un desgarro tras otro para luego retirarse
sin antes pasar por tesorería que alegando amor por la camiseta volvió del fútbol
árabe/yanki/qatarí internacional de alto nivel, y bueno, también visten la
casaca, al menos cada tanto, alguna nueva incorporación y algún que otro
jugador digno de respetar. Ah! y por supuesto, siempre está ese señor
desagradable, chupándole el culo a alguno de esos entrenadores que le dan
notas, a algún jugador nuevo del cual probablemente tenga algún porcentaje del
pase, y tirándole mierda a todo aquel que no se siente a su mesa de negociación.
Este verano
2013 no es la excepción, y parece que el nuevo objetivo de Don Fernando es
bajar a Carlos Bianchi. Con desmesuradas críticas aborda una y otra vez el
esquema del técnico más ganador de la historia de Boca. Eso sí, cual villano de
película ha vuelto renovado en su léxico, para ocultar aún más su perversidad y
su vil misión de destruir el fútbol ofensivo, y hoy día, traza una y otra vez la
siguiente estrategia:
Cuando
comienza el partido apela al siguiente enunciado “presenta un esquema clásico”;
promediando el primer tiempo añade “un esquema clásico, estático”; para luego proseguir
con “un esquema clásico, estático, sin sorpresa”. Ya en el segundo tiempo
recurre a la comparación, y antepone “un esquema clásico, estático, sin
sorpresa, previsible, con tenencia de balón” frente a “un sistema moderno, ágil,
sorpresivo, flexible, que aprovecha los espacios”. Y así va tejiendo los más intrincados
y siniestros artilugios, en su rol de comunicador y formador de opinión, para
oprimir a los más desprevenidos y hacernos creer que todo equipo que juega con
enganche, que sale a buscar y que desea jugar por abajo dándosela al compañero,
es un equipo que está destinado al fracaso. Mucho más vivo, en cambio, es aquel
equipo que resigna todo tipo de juego, se cuelga del travesaño y se la tira a
un matungo para que capture un rebote, o bien para que la meta en una pelota
parada.
Eso sos vos
gordo sabandija cipayo traidor, 100 kilos de grasa beligerante y desagradable.
(*) Leopoldo Marechal
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