jueves, 29 de diciembre de 2011

Fútbol en blanco y negro

En El Fútbol Que Queda entendemos que en tanto nos dedicamos a la difusión de un fenómeno esencialmente popular, no podemos aislarnos de otros fenómenos populares que viven hoy sus horas álgidas.
En los últimos años ha florecido un hasta entonces inédito interés por la historia de nuestra patria, acaso de la mano de la popularización de nuevos autores que nos proponen el noble ejercicio de revisitar nuestra historia oficial para acabar con ciertos inútiles y obsoletos paradigmas (zonceras, por qué no), tales como narrar la historia en términos de buenos y malos. En cambio, nos proponen narrarla en términos de malos y buenos.
En consonancia con esta demanda popular es que ha sido creado el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano "Manuel Dorrego" a cargo nada más y nada menos que del insigne y colosal Pacho O'Donnell.
Nos vemos entonces de alguna forma en la obligación moral de saludar semejante iniciativa y de acompañar este nóvel entusiasmo por el conocimiento histórico, y qué mejor contribución que prestar este espacio a la difusión de aspectos poco conocidos del génesis del balompié criollo, que sin dudas ayudará a poner de manifiesto los orígenes nacionales y populares de la principal pasión de la gran masa del pueblo argentino.
Esta es la primera entrega de una saga que continuará o no en función de la recepción del público, vieron como es esto.

El amanecer del fútbol

Año 1890. Una nación pujante que quiere tomar al siglo XX por asalto abre sus puertas a hombres y mujeres de todas las nacionalidades (oración objetada por el Instituto Manuel Dorrego. Cambiar "pujante" por "opresora". Gracias). En una de las proas que vienen a fundarnos la patria (frase objetada por el Instituto Manuel Dorrego. Borges no es parafraseable, cambiar por cita a Evita. Gracias) se apersona Sir William Oscar Cromwell, marino mercante de nacionalidad inglesa y figura central del balompié nacional, como se verá a continuación (frase objetada por el Instituto Manuel Dorrego. Cambiar por "Nahuel Triful, cacique araucano". Gracias).
La misión original de Sir William era mucho menos pretenciosa que la que terminó llevando a cabo, y consistía en dejar en el puerto de Buenos Aires un cargamento de inmigrantes (rezagos de la segunda revolución industrial) y retirar otro de carnes congeladas y cueros para ofrendárselo a la pérfida Albión.
Según algunas crónicas fueron demoras en los trámites aduaneros, según otras fueron averías en el barco, y no faltan quienes afirman que fueron los fuertes deseos de Cromwell por ir de cuerpo en tierra firme; lo cierto es que contrario a lo establecido el bravo marino inglés decidió descender del barco sin anoticiarse de cuán relevante sería tan pequeño acto.
Ocurre entonces el hecho fundacional: nuestro héroe observa cómo un grupo de estibadores, en un breve recreo, se entretenía jugando a la rayuela. Pronuncia su celebérrima frase en un deficiente español: "Señores, eso es de puto y yo no puedo admitirlo" y acto seguido solicita que se retiren del cargamento que debía llevarse cuatro medias reses. Toma un par y las dispone una enfrentada a la otra y separadas por una distancia de poco más de 7 metros. Hace lo propio con el par restante, y lo enfrenta al primer par a aproximadamente 100 metros de distancia. Manda luego a bajar de su camarote un objeto extraño a los nativos, una esfera hecha de tiento cosido a mano a la que llama ball y comienza a explicarles las reglas básicas y a demostrarles los principales movimientos de un juego creado no hace mucho tiempo en sus pagos al que llaman football
Los portuarios no parecen muy convencidos de la bondad del juego que con tanto entusiasmo les enseña Sir William y se miran entre sí, azorados, sin saberse ancestros simbólicos de los Maradona, Bochini, Alonso y tantos otros. Esto hace enfurecer a Cromwell, quien patea fuertemente y con gran puntería la ball en dirección a los testículos de uno de ellos y pronuncia su segunda y última frase célebre: "al final son todos unos putos de mierda" y se dispone a levantar la esfera de tiento y las medias reses para emprender el viaje de retorno.
Los criollos entendieron. Compadritos ellos, hubiesen querido descuartizar al inglés, pero sabiéndose con antecedentes penales varios de ellos, tienen una idea mejor: desafiar al extranjero y a su tripulación a una partida de su extraño juego, aprovechando la rudeza del mismo para vengar al compañero caído (quien no llegaría en condiciones para disputar el match. Recordar que las pelotas de tiento eran ostensiblemente más pesadas).
Como el sagaz lector imaginará, los primeros minutos estuvieron signados por la violencia en contra de los sajones, a quienes sin embargo no parecía importarles el castigo recibido, habida cuenta de que lograban imponerse en el score, logrando hacer traspasar la esfera por entre las medias reses en dos oportunidades, contra ninguna de los criollos. 
Contrariados por la ineficacia de sus acciones, los representantes de aquél primigenio seleccionado nacional razonaron que si querían verdaderamente hacerles pasar calor a esos inglesitos, lo que debían hacer era vencerlos en su juego del modo más humillante posible. Ya entonces las patadas y codazos no fueron sin ton ni son. Ya entonces las patadas al esférico no buscaron los testículos y cráneos rivales sino las medias reses. Y entonces sí, pasaron a vencer al cuadro europeo. Y entonces sí, Cromwell enfureció, levantó sus cosas, reunió a su tropa y se fue. Pero entonces los criollos tuvieron el gusto de cantarles "Mirá, mirá, mirá, sacales una litografía, se van para Inglaterra con las manos vacías". La semilla del fútbol estaba plantada. La excusa perfecta del ser nacional para sentirse superior a su prójimo, humillarlo y regocijarse con su crapulencia estaba creada. El tiempo haría el resto.

1 comentario:

  1. gracias por poner su maravillosa prosa al servicio de la comunidad, fray.
    excelente crónica sobre el (la) génesis del deporte más hermoso del mundo en nuestras tierras.
    felíz año, la casa está en orden.

    ResponderEliminar