viernes, 21 de diciembre de 2012

La casa está en orden II

- Creo que esta noche, contra el América de Cali, todos los hinchas argentinos van a apoyar a River.
- ¿Los de Boca también?
- Dije los argentinos. Ta luego muchachos.


El dueño de aquellas palabras, dichas en aquel lejano y añorado 1996, está de vuelta por Núñez. Y después de mucho tiempo, sentimos los riverplatenses que se empieza a disipar ese halo de pesimismo que nos perseguía como la nubecita con lluvia que persigue a la pantera rosa en los dibujos animados. Porque no se trata únicamente de nostalgia, no. Es la vuelta de alguien que encarna el sentir del hincha millonario. Creemos que somos distintos al resto, que somos mejores, que tenemos a los mejores jugadores, que jugamos mejor que los otros. Bien, ha vuelto el tipo que no tiene problema en decirle eso mismo al pelotudo de turno que lo estuviera entrevistando, por mucha cara de azorado que pusiera dicho sujeto, refugiado en el papel de defensor de pobres y ausentes que tanto les gusta interpretar a los periodistas. Pelotudo que, cuando tenga la oportunidad, saldrá a decir que Ramón sólo puede dirigir equipos con figuras. Y Ramón, es verdad, dirigió un River (dos, en rigor) pletórico de figuras. Y, ¿saben qué hizo? Lo sacó campeón de todo. Desplegó el mejor fútbol que yo haya visto por estos lares. ¿Tenemos argumentos para pensar en una vuelta a aquellos gloriosos años? Claramente no en el corto plazo. Pero al menos tenemos argumentos para pensar en un retorno a las fuentes. En que los tipos que juegan bien al fútbol jueguen. En que los troncos se vayan. Y el tipo lo primero que hace es borrar a cuatro de los más mediocres jugadores del plantel. Y lo segundo, (siguiendo ciertas enseñanzas griegas) es desarmar el niembrobilardista doble cinco y poner de enganche a un pibe de las inferiores, algo verde aún pero sin dudas talentoso. Que, por otro lado, abre el partido con un golazo. Y creemos que, al menos, Ramón armará un equipo que ataque, que presione arriba, que no tenga miedo. Quizás les enseñe a los laterales que detrás de la línea de fondo rival no hay una fosa con cocodrilos, y que está todo bien si desbordan cada tanto. Quizás (quizás sea demasiado pretencioso) le haga bajar un cambio al indescriptible Rogelio y lo convierta en el jugador que sus desórdenes de personalidad le impiden ser pero que a veces insinúa. Quién sabe. Pero al menos, por un tiempo, dejaremos de comprar las forradas que en los últimos tiempos compramos y que sin dudas seguirán intentando vendernos desde los micrófonos de la cadena del desánimo. Y eso no es algo trivial, se llama identidad. Tenemos los huevos al plato de jugar como equipo chico. Queremos que vuelva el buen juego. Queremos que, como ocurrió toda la vida, esos equipitos de mierda que hoy salen campeones se vuelvan con el ojete lleno de goles cuando nos enfrenten. Y Ramón representa eso mismo. Y esa sinergia ya se siente en el ambiente, por ejemplo transformando un domingo en el que se olfateaban puteadas, derrota y hall en una linda spoileada a un equipo ensalzado por la prensa, que nos había mandado a la promoción y que encima habían declarado que era el partido más fácil que les quedaba. Ja. Es bueno, como dicen los norteamericanos, go back to the basics.

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