martes, 5 de febrero de 2013

El crucero del terror (basado en hechos reales): Parte I

Prefacio

Faltaban apenas diez minutos para las 5 de la tarde, hora de partida, y El Gordo Firulete alternaba miradas impacientes entre su Rolex de oro con la cara de Perón dibujada en el cuadrante y su acompañante, El Turco Hassim, que fumaba en silencio mientras contemplaba las grúas gigantes que en las dársenas contiguas repetían, quejosas por los años y la falta de lubricante, su faena de carga y descarga de contenedores, símbolo de esta Argentina que crece y crece.
La elevada temperatura (50ºC) sumada a la penetrante humedad porteña y a la escasez casi total de sombra que imperaba en el puerto de Buenos Aires hacía estragos en la humanidad del Gordo Firulete, mole de 205 centímetros de alto y casi un tercio de tonelada de peso. Ampliamente valorado como mano de obra apta para dirimir cuestiones sindicales, politiqueras y demás yerbas, cuenta la leyenda que Marcelo Ercilio Stambuzzi (tal su nombre cristiano) supo fugarse alguna vez del penal de Caseros, donde purgaba una condena por violación de un cura villero, comiéndose, así sin más, al guardia del turno noche. Precedido de tal reputación, Firulete abrióse paso como referente del paraavalanchas del Sportivo Argentino hasta llegar a ser  cabecilla indiscutido y objeto de veneración entre los guachines de los barrios bajos de Avellaneda. Su imperio de terror a mando de Los Matayutas (hinchada del Sportivo) se prolongaría por varios años, llevando felicidad, paz y prosperidad a los suyos.
La historia de Abdul Hassan Hassim es más interesante: llegó al lugar en el que ahora se encontraba en un carguero como los que ahora observaba en silencio a mediados del año 2003. Nacido y criado en la frontera entre Afganistán y Pakistán, a los 8 años ya sabía disparar un fusil y a los 11 manejaba el lanzagranadas con destreza proverbial. A sus 15 años se lo conocía en todo Oriente Medio como El Zar del Opio. La invasión norteamericana en 2001 desbarató los sueños de progreso del joven emprendedor, quien además caería prisionero de las tropas imperialistas. Su destino inmediato sería Guantánamo, donde soportó vejámenes demasiado escabrosos como para detallar aquí. Pero Abdul nunca fue un pájaro nacido para vivir enjaulado. Armado únicamente con una caja de 200 fósforos huyó de su cautiverio asesinando a un par de docenas de Marines. Lamentablemente para El Turco, y mal entendida viveza del fabricante mediante, la caja no contenía 200 sino 198 fósforos. Por esa razón en los últimos metros de su carrera a la libertad perdió dos dedos de la mano izquierda y la lengua, lo que explica su silencio en aquella calurosa tarde del puerto de Buenos Aires, junto al Gordo Firulete. Hombre habituado a vivir al margen de la legalidad, pronto se sintió muy a gusto en su patria adoptiva. A los pocos meses ya tomaba mate, escuchaba tango, participaba con gran éxito en salideras bancarias y comenzaba a despuntar su simpatía hacia el glorioso Sportivo Argentino. También avispado hombre de negocios, no tardó en identificar la fenomenal oportunidad de hacer dinero fácil que presentaba el balompié en las pampas, y vio por primera vez en su vida la formidable chance de combinar pasión con incremento patrimonial. Planteóse entonces dos alternativas: convertirse en intermediario o en barrabrava. Desechó la primera por considerarla inmoral.
Hay personalidades que son demasiado fuertes como para coexistir en un mismo medio. Como el agua y el aceite, como el Diego y Pelé, como Moria Casán y Graciela Alfano, como los tenistas argentinos en la Copa Davis. La popular del Sportivo era demasiado chica para El Turco y Firulete.
Así ubicamos pues a estos dos colosos una tarde de verano en un puerto, rodeados de turistas con valijas, cámaras de fotos y cierta cara de asombro, esperando la hora de partida del Ensueño del Caribe, que los llevaría durante 30 días a la impunidad de las aguas internacionales para que puedan, como verdaderos hombres que son, dirimir sus asuntos.

Parte I: El abordaje

El Ensueño del Caribe es una verdadera ciudad flotante: 500 metros de eslora, capacidad para albergar a 1000 pasajeros incluyendo la tripulación, 10 salones comedores, piscinas, casino, centro comercial, camarotes 5 estrellas, salas de conferencia, microcines, canchas de bochas. Desde 1995, año en que fuera botado, es el orgullo de la compañía sueca Sea Star. Su capitán, Sven Nordgersson, cuyo apellido en sueco significa "viejo lobo de mar", es quizás uno de los hombres más diestros en su oficio: de 45 años de edad, no pisa tierra firme desde que tenía 16. Ha prestado servicio en cada uno de los eslabones jerárquicos que existen en un buque: fue peón de sala de máquinas, cocinero, marinero, lavacopas y finalmente capitán. Considera al Ensueño su segundo hogar. Su primer hogar es el Costa Speziale, otro crucero.
Faltan ahora 5 minutos para las 5 de la tarde, siendo que estimo en 5 minutos el tiempo que demorará el lector entre la última referencia temporal (las 5 menos 10, al principio del prefacio) y ahora mismo; y que hasta esta parte de la historia se narra en tiempo real. A partir de ahora ya no. Sólo quedan en el muelle por abordar el Ensueño del Caribe dos pasajeros, que se confunden con los parientes y amigos que saludan con pañuelos blancos al viento a algunos vacacionistas ya embarcados. La ansiedad demostrada por Firulete y ocultada por pero presente en Hassim tiene su origen en: a) la proximidad del horario de partida; b) la puntualidad que constituye un mandamiento inquebrantable para los suecos en general y para la tripulación del crucero en particular; c) la demora de su tropa en arribar; y en los silogismos que se derivan de tales enunciados.
"Nosotros y cinco más por bando" fue la propuesta que hiciera El Turco, señalando con su dedo índice alternadamente su pecho y el de su rival y luego extendiendo los dedos de la mano izquierda. Percatóse a tiempo de que había extendido la mano en donde no había del anular y el meñique sino un lejano recuerdo y corrigióse enseñando a continuación la mano derecha con su acerbo de piezas dactilares completo.
Aceptó Firulete el convite y procedieron ambos caballeros a seleccionar lo mejor de su tropa para embarcarse en la batalla final.
Preparándose para la lid junto al histórico líder: los hermanos Omar y Atilio Gargarotti, policías sumariados y  especialistas en distribución de estupefacientes; El Monito Iribarren, jóven promesa de Los Matayutas, quien con sólo 20 años había sido designado Gerente de Apriete a los Jugadores en una decisión que despertó rencores; Victorio Desodorante de Ambiente Peñaflor, antiguo campeón argentino de los pesos pesados y responsable de seguridad del club (de ahí su apodo); y Etelvino Margarito Gaona, alias El Paraguayo, histórica mano derecha del Gordo Firulete, con experiencia de 20 años comprobable en secuestros extorsivos, proactivo y con orientación a las relaciones interpersonales, enviar CV indicando remuneración pretendida EXCLUYENTE.
No menos valientes, no menos bravos, se alistan para bancarle los trapos al afgano: El Negro Julián Altamirano, rompehuesos empleado por un estudio de abogados laboralistas antes de ser reclutado por Hassim; Okaka Mbuye, líder de la mafia de los negros que venden cadenitas en la calle y traductor oficial del Turco, gracias a su casi perfecto manejo del lenguaje de señas, al que sólo se cuela algo de un acento del África Meridional que es mucho más marcado cuando habla; Alí Hassim, primo hermano de Abdul, traficante de armas afincado en la Triple Frontera, con buena llegada a la Casa Rosada en los 90, que caído luego en desgracia se unió a las huestes de su primo; Osvaldo El Tachero Riguzzi, expeón de taxi y amigo de los motochorros, huyó sintiéndose traicionado de la barra oficial cuando El Monito Iribarren fue nombrado en el cargo al que aspiraba; y Juan de la Cruz Pastore, hermano del cura villero violado por El Gordo Firulete, con escaso rodaje en estos frentes pero con gran sed de venganza.
Puede advertirse una mayor homogeneidad, experiencia y predisposición al combate en la tropa de Stambuzzi, es lógico: son años de liderazgo serio, responsable y profesional. Aunque no debe subestimarse a sus oponentes: El Turco Hassim supo reclutar para sí un puñado de interesantes hombres, motorizados buena parte de ellos más por cuestiones sanguíneas (como Pastore, Riguzzi o el primo Alí) que por cuestiones de negocios.
Justo en el momento en que quien escribe termina de hacer este juicio de valor sobre uno y otro bando, se escucha a lo lejos el estallido seco de una bomba de estruendo. Segundos después otro, algo más cercano. Se hace más nítido ahora el ulular inconfundible de la sirena de un celular. También el golpeteo monótono de un trozo de manguera golpeando contra un bombo. Se oye con más claridad:
Esta es la banda de Firulete
La que te rompe bien el ojete
Son ahora las cinco menos tres minutos y Marcelo Ercilio Stambuzzi le dedica una sonrisa irónica y un "Me parece que se cagaron todos, papi" al Turco Hassim, mientras se divisa ya claramente una pickup F100 con 4 ocupantes en la caja más dos en la cabina (uno manejando con rictus nervioso, el otro apoyándole al primero un revolver en la cabeza), una calcomanía que reza "Arreglos de Plomería en General" tapada parcialmente por una bandera con la leyenda "En Avellaneda, Fernández Conducción. La Banda de Firulete" en el capó y 2 patrulleros más 4 motos policiales en torno a sí.
Ahora El Paraguayo, segundo de los ocupantes de la cabina, da las gracias gentilmente al plomero por arrimar al dicharachero grupo hasta su destino y desciende del vehículo, corriendo al encuentro de un Firulete exultante, que terminaba de intercambiar algunas palabras con el policía que parecía ser jefe del operativo. Explica que la demora se debió a un inconveniente logístico con el micro que debía transportarlos: miguelitos y pinchada de gomas. "¡Fue ése, fue ése Turco hijo de mil putas!", exclama al ver la figura de Hassim recortada en el horizonte, que le responde agarrándose las bolas. El Paraguayo y los otros cuatro adláteres del Gordo proceden entonces a increpar verbalmente al otrora Zar del Opio e intentan acercársele para tomarlo a golpes de puño, ocasionando que deban intervenir el cabecilla y los policías, quienes conducen a los energúmenos por las escalerillas del Ensueño del Caribe en medio de un despliegue de petardos, banderas agitadas, el bombo monótonamente ejecutado por Iribarren y cánticos contra Abdul Hasan Hassim quien en el muelle observa la escena, inmutable. También observan la escena pero con gestos de terror, descreimiento y quejas hacia la tripulación del crucero algunos pasajeros. Firulete logra tranquilizar a los suyos quienes ahora, una vez en la cubierta de la embarcación, proceden a buscar sus camarotes. Los amigos y familiares de los pasajeros que había en tierra han huido horrorizados. En el muelle sólo dos figuras: El Turco Hassim y su sombra.
"Sea Star informa a sus pasajeros que la partida será en un minuto, por favor abordar", se escucha. Hassim alcanza a pensar por un instante que deberá embarcarse solo en esta empresa. En el momento que pisa la colilla de su cigarro y enfila para las escalinatas, escucha un fuerte bocinazo. Con un pie en un escalón, voltea y ve acercarse a toda velocidad un Peugeot 504 color borravino chocado y sin patente. Si el dueño hubiese querido vender el automotor, no hubiese podido publicar el tradicional "Nunca Taxi" sin faltar a la verdad. Su titular y conductor era Osvaldo Riguzzi, que saludaba a su jefe y le gritaba "¡Nos paró la yuta, Turco, y no nos quería largar. Los mandó el hijo de mil putas de Firulete!". El turco indica algo con lenguaje de señas que Mbuye traduce como "Gurdu astaba con policía recién, ahuru antiendu".
Ahora Riguzzi estaciona el auto (donde se le ocurre, por supuesto) y asciende al Ensueño del Caribe junto con los otros coequipers. Pastore se hace la señal de la cruz y besa una estampilla con la figura de su hermano, que a la distancia bien podría confundirse con la de un mandril. Unos marineros apostados en la cubierta los apuran a subir, les dedican algunos insultos en sueco y sueltan amarras. El crucero comienza a despegarse de las costas porteñas.
Tenemos así ahora a 12 titanes dispuestos a asesinarse entre sí, con un mes por delante para cumplir su cometido, sin policía en el medio y fuera del alcance de los doctores la ley que no defenderán sin efectivo en mano o propiedades que embargar. Para mejor, completan el cuadro como extras cerca de un millar de turistas de todas las latitudes, incluyendo estas (y ya sabemos lo valientes que son los turistas argentinos en alta mar).
Pienso, ahora que lo digo, que quizás sea demasiado engorroso mantener una historia con 12 personajes, considerando que además es probable que en el futuro aparezcan nuevos personajes representantes del pasaje o de la tripulación. Me parece prudente empezar a matar a algunos pronto. Los lectores pueden ayudar indicando cuáles decesos preferirían. Las sugerencias serán consideradas en las partes venideras si las hay, también puede ocurrir que me aburra o que me quede sin ideas. En tal caso podrán además aportar posibles argumentos para la continuación de la historia. O puede pasar que sean los lectores quienes se aburran. En fin, probabilidades de que esto continúe: 52.44%, probabilidades de que esto finalice: 2.01%

2 comentarios:

  1. el primero en morir debería ser el traductor del turco, luego la banda del turco podría secuestrar a un cirujano y a un señor con lengua larga para hacer un implante en algún lujoso camarote con utensilios de cocina, para luego proferir los más diversos insultos en altamar

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  2. Que aparezca Kaiser Soze o en su defecto Pasarella o en su otro defecto Aguilar o en su otro mas defecto Angelici y se hunda el barco... sobreviven el gordo arriba de una tabla y el turco tomado a ella... terminan en una isla misteriosa donde dos seres mitológicos la controlan (un tal niembro y titi fernandez, nemesis entre sí) y todo es raro... o todo eso ya se vio?

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