miércoles, 6 de febrero de 2013

Uruguayo por liebre

Uruguay es una provincia un pequeño país a orillas del Río de la Plata. Se estima que su población ronda los 3,25 millones de habitantes. Lo que atañe a este artículo es dirimir la siguiente problemática: si los 3,25 millones de habitantes juntaran hojas, maderas, leña y carbón para cocinar los famosos chivitos uruguayos, y un fuerte viento proveniente del noreste trajera todo el humo generado por los asadores al puerto de Buenos Aires... ese humo, sería aún más grande que el generado por la prensa argentina por el goleador centrofoward Santiago Silva?

Es realmente llamativa la catarata de infundados elogios que recibe el jugador partido tras partido. Veamos mínimamente cómo es su idilio con la red en su paso por el club de la ribera: La estadística marca que el pelado jugó 42 partidos (según recuerdo, todos de titular) y convirtió nada más que 13 goles, lo que representa 0,3 goles por partido, o bien 1 gol cada un poco más de 3 partidos. Esto está apenas debajo de su promedio histórico (0,38; 141 goles en 369 partidos jugados), y algo por debajo de su promedio en el fútbol argentino tras su paso por Ñuls, Gimnasia, Banfield, Vélez y Boca (0,43; 96 goles en 219 partidos).
A esta altura cabe preguntarse si el mote de goleador le corresponde o no, en mi opinión estoy perfectamente seguro de que le queda grande como sombrero de mexicano a papá pitufo.
Ahora bien, no todo en la vida son goles, sabemos perfectamente que hay grandes jugadores que si bien no hacen tantos goles, gozan de criterio, buena técnica, panorama, juego colectivo y otras cualidades. Silva no posee ninguna de ellas.
Uno de sus principales defensores, el impresentable Marcelo Araujo (también conocido como Don Lázaro) se desvive en elogios por el tanque, repitiendo una y otra vez lo importante que es para el funcionamiento del equipo por su lucha, su entrega y su sacrificio. El otro estandarte es el diario deportivo Olé, el único diario deportivo de tirada medianamente importante, lo cual lo convierte en un importante formador de opinión. Los dirigidos por el gordo pseudo copado Farinella no paran de darle manija endilgándole grandes dotes futbolísticos típicos del niembrobilardismo como su potencia, su fortaleza, su aguante, sus ganas, su bla bla bla y sobre todo, poniendo fotos en primeros planos en donde se lo ve a Santigaguito (como le decía su madre de pequeño) poniendo caras de asesino serial, descuartizador de personas, abogado penalista, barrabrava de Sportivo Argentino, periodista deportivo, y otras tantas temibles profesiones.
Estimados lectores, aquí es donde entra la diferencia entre un jugador de equipo chico y un jugador de Boca, presten atención. Resulta que una de las características que hacen a un 9, como se decía en la época en que los jugadores no entraban a la cancha con el número 88 en el dorso, es que no tienen que ganarse el pan a través del barro en sus rodillas, sino mediante el juego y sus goles, y aquí viene aquella enseñanza acuñada en la antigua Roma, donde un sabio sacerdote, tras largas horas de reflexión profirió: "Todo aquel delantero que sea aplaudido por correr al lateral, tirarse a los pies del central y/o saltar para incrustarle un codazo al arquero en el cráneo, debe ser desterrado de la faz de la tierra, o en su defecto, ser vendido a un equipo del Nacional B".
No son características que despreciemos, pero a lo sumo, entendemos que un jugador que viste la azul y oro debe hacer las dos cosas; jugar y meter.
Otra llamativa cuestión que no puede escapar al análisis de su buena relación con la prensa, es que Silva tardó 8 partidos en convertir su primer gol con la camiseta de Boca. Es menester aclarar que cualquier otro delantero que se pasara al menos 5 partidos sin convertir un gol sería aplastado, denostado, insultado y tildado de profanador de tumbas por la prensa especializada (ver casos de Balbo, Pampa Sosa, Barijho, Boselli, Viatri). No obstante, el pelado continúa firme, jugándose su última chance con el Rey Midas Bianchi, quien hasta hizo que el chango Moreno fuera goleador, y que hasta el Flaco Traverso aprendiera a jugar al fútbol. El pelado resiste, y tal vez sea por su entrega.

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